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ARTESANIA DEL TAMBOR (TOBARRA) |
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ARTESANIA DEL TAMBOR (TOBARRA) |
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POEMAS
POEMAS
AL MEJOR TAMBOR Y A SU ARTISTA
¡El tambor de los tambores!
¡El mejor de los mejores!
la barrera del sonido
traspasa con sus redobles.
Brilla su caja sonora
con nueve bordones finos,
Semana Santa pregona
en los blancos pergaminos.
Palillo, cabeza oliva,
golpe seco lo desgrana,
baila en el parche redondo
cuando rompe la mañana.
Artista tamborilero
¡Antoñico el “Batanero”!
le da a Tobarra el tambor,
el mejor del mundo entero.
Remolino de figuras
forjaba con mucho empeño,
en horas incalculables
robándoselas al sueño.
Trono, horquilla y Nazareno,
les dio figura y color,
catorce pasos que lleva
la corona del tambor.
Sonaba el yunque certero
al repique de martillo,
en su buril lucero
puso Francisco Salzillo.
Viendo la Pasión tan viva,
hasta el propio Nazareno,
sin pulso su mano fría
la desclavó del madero,
y en el Calvario bendijo
TAMBOR y TAMBORILERO.
En el Jardín de la Plaza,
bañen la luna y el sol
al monumento de bronce
que conmemore al tambor.
Manuel Sahorí García (1974)
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SEGUIDILLAS DEL TAMBORILERO
¿Donde vas compañero?
- Voy a Tobarra.
Amigo, ¿qué pasa allí?
- Semana Santa
¿Y ese tambor que llevas,
con tanta plata?
- Para sonar por Cristo
con toda el alma.
Sonará por las calles,
por cerro y plaza,
sonará por las noches
y madrugadas,
sonará a todas horas
como Dios manda.
¿Cosa de Dios que toques
la tamborada?
- Cosa fue de mi padre
cosa es del alma,
cosa fue de mi abuelo
cosa es del alma,
y es cosa de mis hijos
cosa es del alma.
Que así, de padres a hijos
a Dios alaban,
tambores y tambores
de mi Tobarra
¿Que si lo manda Dios?
-Si, Dios lo manda,
que son otros los ruidos,
que le maltratan,
pero no los tambores
de mi Tobarra;
los que tocan los novios,
entre miradas,
los que tocan los chicos,
y las muchachas,
los que tocan los padres
con todas ganas,
para que suene el aire,
y se haga palmas.
Que aunque Cristo muriera,
resucitaba
y es cosa de hacer ruido,
por tanta gracia.
Anda, ven, forastero
se ven las ansias,
toma y toca el tambor,
con toda tu alma,
que vienen a tocarlo,
de toda España,
que viene a tocarlo,
desde Alemania.
De Tobarra los hijos,
se desparraman.
Que los pobres se unen
en la esperanza.
¿Dónde vas, compañero?
- Voy a Tobarra.
- El año que no vengo,
me cuesta lágrimas.
- Y cuando ya no pueda,
ver la mañana
del Domingo de Pascua
de mi Tobarra,
¡Que toque un hijo mio,
con toda el alma!
Juan José García Carbonell
(En la Revista de Semana Santa de 1972)
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TAMBOR
Tambor que suenas despierto,
voy a quebrar tus entrañas
para que vibres contento
en la noche y la alborada.
Y al ceñirte entre mi pecho,
con mi túnica morada,
hagas temblar los palillos
entre mis manos cansadas.
Tambor, te he de pasear
por la Avenida y la Plaza
a paso cansado y lento
pero con fuerza y con gana.
Me voy a colgar un pito
con cordoncillo de lana,
que sonará entre mis labios,
hasta secar mi garganta.
Y aunque te hiera la piel
con cientos de zapatatas
mañana te limpiaré:
tu piel quedará curada.
Ya no quiero ser mujer,
persona, ni cosa hallada,
quiero ser tamborilera
hasta que se canse mi alma.
Y si me quedo dormida
en una esquina, cansada,
que me despierte el rocío
o los pájaros del alba.
Que me despierte un redoble
con palillos de carrasca.
Tambor tú me harás llorar
el lunes en la mañana
cuando me turbe la ausencia
de tu correa en mi espalda.
María Mercedes Alcaraz Gallego (1982)
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TAMBORILEROS DE TOBARRA
¡Que pasa un tamborilero!
Desde la Plaza al Paseo
abrid la calle Mayor...
que pasa un tamborilero.
¡Qué salero
en el juego de muñecas
mientras botan las baquetas
sobre la piel hecha albero!
Y pisa como un torero
abierto bien al compás,
paso a paso, sin dejar
su alegre repiqueteo.
Lleva la túnica al viento
sin cordón que la sujete
y el capuz es gallardete
alrededor de su cuello.
Y es tan suave el bordoneo
que, al revolver de una esquina,
suena como plata fina
rebotando por los cerros.
Yo no quiero
que su redoblar me falte,
que el redoblar es un arte
de todo buen tobarreño.
Y si llega un tiempo nuevo
en que se acabe el tambor,
si no lo puedo escuchar,
si no lo puedo tocar
y ves que de pena muero,
déjame morir, Señor,
para tocarlo en el cielo.
Alejandro Martínez Ramón (1984)
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